| by PamelaS
0Reportaje: Tareas domésticas: barrera para lograr la igualdad de género
Repartirse las labores del hogar de manera equitativa ya no es solamente un tema cultural. Según la OCDE, se trata de un problema que amenaza la economía y el desarrollo de un país. ¿Por qué los hombres todavía se resisten a hacer labores como limpiar, lavar y cocinar en casa?
Guillermo Tupper. El Mercurio. 3 mayo 2014.
Cada vez que tiene un viaje al extranjero, Isabel (55, ingeniero mecánico industrial, tres hijos) deja un montón de papeles repartidos de forma estratégica por todo su hogar. Allí escribe un verdadero manual de supervivencia para su marido: cómo encender la lavadora, los pasos para cocinar bien el arroz, la dirección de la tintorería del barrio y la lista de utensilios para hacer el aseo. De lo contrario, asegura que él no podría hacer nada durante su ausencia. «En los tiempos en que nos conocimos, la figura de la mujer que atendía al marido era muy común», dice. «Y él se acostumbró a eso: mientras trabaja en la oficina, yo me ocupo del resto».
El ejemplo de Isabel no era inusual hace algunas décadas, cuando muchas parejas asumían roles complementarios de forma tácita: mientras él era el principal proveedor, ella se encargaba del hogar y el cuidado los niños. Un panorama que cambió en los últimos 50 años con la creciente inserción de las mujeres en el mercado laboral y las iniciativas fomentadas por el Estado y las empresas para conciliar el trabajo y la familia. A tal punto que hoy, organismos como la OCDE sostienen que la repartición equitativa en las tareas domésticas es un aspecto fundamental dentro de la economía y el bienestar social. O sea, si los hombres no empiezan a limpiar, lavar y cocinar en casa, ponen en jaque el desarrollo de un país.
Algunas pistas sobre el tema deja «Cocinar, cuidar y voluntariado: trabajo no remunerado alrededor del mundo», un estudio de la OCDE aplicado a 26 países de la entidad y publicado el año 2011. Los números son decidores: en cada una de las naciones consultadas, las mujeres dedican más horas diarias a las tareas domésticas que los hombres. En casos como México, Turquía e India, esta brecha puede alcanzar las 5 horas de diferencia, mientras que en los países nórdicos disminuye a una. «Las mujeres todavía se llevan la mayor parte del trabajo casero y el cuidado de los niños, no solo en Chile, sino en todos los países de la OCDE», afirma Veerle Miranda, economista y conductora del informe. «Esto se traduce en que tienen menos tiempo para el trabajo remunerado y ganan sueldos más bajos, aunque trabajen la misma cantidad de horas».
Para Miranda, la igualdad de género en el campo laboral solo se puede lograr si existe equidad en las responsabilidades dentro de la casa. Así es como los países que tienen una alta tasa de empleo femenino -como Suecia, Noruega y Dinamarca- gozan de un mayor equilibrio al repartirse las tareas domésticas. Sin embargo, la situación cambia cuando llega el primer hijo. «La madre se queda en la casa para cuidar a la guagua, pero pocos padres toman ese derecho ya que temen que pueda afectar sus carreras», dice. «Este patrón crea un hábito en el que la mujer es la principal cuidadora y responsable de las labores rutinarias del hogar».
Esta poca democratización en los deberes parentales no solo trae efectos negativos en la salud mental de las mujeres. También configura un nuevo escenario para las futuras generaciones. «Este es uno de los nudos que explican por qué hay tantas mujeres que deciden no casarse», dice Teresa Valdés, socióloga y coordinadora del Observatorio de Género y Equidad. «Tener un hijo es una tarea que implica una carga muy excesiva. Ahora prefieren desarrollar una carrera profesional, hacer un doctorado, viajar todo lo que quieren y, cerca de los 35 o 40 años, se embalan en un proyecto familiar y deciden tener un hijo. Si piensas que tienes por delante una esperanza de vida por sobre 80, no deja de ser interesante».
La realidad chilena
En los últimos 25 años, Chile experimentó cambios en la organización de los arreglos domésticos. Esto tiene que ver con varios fenómenos: las mujeres entraron con fuerza al trabajo remunerado, las familias son mucho más pequeñas en número y, además, tienen una mayor escolaridad. Según la encuesta Casen del 2011, los hogares donde la mujer es la principal sostenedora económica se triplicaron en los últimos veinte años, pasando de un 20,2% en 1990 a un 38,8% en 2011.
A pesar de estos avances, todavía estamos lejos de pensar en una realidad de género igualitaria. Según la encuesta de empleo del INE del 2012, el número de mujeres que participan en el mercado remunerado solo alcanza el 47,7%, uno de los porcentajes más bajos en Latinoamérica. Y, además, en dos tercios de las familias chilenas el hombre gana más que la mujer o es el proveedor único. Esto hace que muchas de ellas vuelvan a los roles complementarios y tradicionales.
«Ha habido un interés de los hombres -sobre todo discursivo- de entrar a la paternidad, pero a tareas domésticas han entrado muy escasamente», dice Francisco Aguayo, psicólogo y director de Masculinidades y Equidad de Género (EME). Según el experto, existe una demanda en muchas mujeres porque los hombres participen más y sean mejores papás; pero también un malestar en los varones, que se sienten incomprendidos. «A muchos les gustaría pasar más tiempo en la casa, pero el trabajo se los impide. En Chile, las posibilidades de una buena calidad de vida familiar están muy precarizadas porque se trabaja demasiadas horas y los tiempos de traslado son muy largos».
Esta tendencia quedó reflejada en la Encuesta Internacional de Masculinidades y Equidad de Género (Images), publicada el 2011. Esta mostró que el 97,8% de los hombres chilenos considera importante que el padre esté presente en la vida de sus hijos, incluso si está separado de la madre. Sin embargo, el 46% afirmó que cambiar pañales, bañar y alimentar a los niños es responsabilidad de la madre. Además, el 69,5% reconoce que nunca o casi nunca limpia el baño y el 64,2% que nunca o casi nunca lava la ropa. «La paternidad ha adquirido una expresión diferente y hay un avance de los hombres en hacerse cargo de los niños», dice Teresa Valdés. «Pero no hay avances en todas las cosas aburridas como hacer aseo, que siguen siendo tarea de las mujeres».
Un cambio cultural
Los números de Chile distan mucho de los países modelos en este ítem. Durante los últimos treinta años, Noruega y Suecia implementaron políticas que apuntan a reemplazar el modelo de roles complementarios por uno de funciones intercambiables y equitativas. Hoy llegan a una repartición de 60/40 en esas tareas. «Los países nórdicos han promovido fuertemente la participación de los hombres a través de una serie de medidas como posnatales masculinos largos», dice Aguayo. «Cuando el padre está más involucrado, sus hijos tienen un cuidador más y eso impacta positivamente en su desarrollo».
¿Cómo propiciar el cambio? Según el sociólogo y doctor en Ciencias Sociales UBA José Olavarría, la clave es una política que concilie las demandas del trabajo y los requerimientos de la vida familiar. «Si se busca generar condiciones para que una gran proporción de los hombres se involucre en la crianza de los hijos y en lo doméstico, será necesario un profundo cambio en la organización del trabajo productivo y en la forma en que las empresas y el Estado se relacionan con sus trabajadores», afirma.
Además de las políticas públicas, los especialistas coinciden en que lo más importante es un cambio cultural que debe venir desde el colegio y la crianza. «El trabajo doméstico tiene muy poco valor social y simbólico», sostiene Aguayo. «Es muy importante que tenga más valor para que no haya resistencia a hacer ese tipo de tareas y sea considerado como una tarea clave en el desarrollo de la familia».
Según la encuesta de empleo del INE del 2012, el número de mujeres que participan en el mercado remunerado solo alcanza el 47,7%, uno de los porcentajes más bajos en Latinoamérica. Y, además, en dos tercios de las familias chilenas el hombre gana más que la mujer o es el proveedor único. Esto hace que muchas de ellas vuelvan a los roles complementarios y tradicionales.
Durante los últimos treinta años, Noruega y Suecia implementaron políticas que apuntan a reemplazar el modelo de roles complementarios por uno de funciones intercambiables y equitativas. Hoy llegan a una repartición de 60/40 en esas tareas.
¿Por qué el chileno todavía se niega a cumplir con esos deberes?
La respuesta está en un nuevo concepto de moda llamado «neomachismo». Es decir, hombres que dicen compartir las tareas domésticas y se involucran en tareas ocasionales como la cocina y el cuidado de los hijos; pero se resisten a otras que son permanentes como el aseo. «La cultura masculina presiona sobre los hombres para que no hagan cuestiones que se reconocen como femeninas», dice Teresa Valdés, socióloga y coordinadora del Observatorio de Género y Equidad. «Su identidad se pone en duda y el sistema va dificultando los cambios».
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